14.9.06

"Esto lo estoy tocando mañana" (*)

(*) Alguito para escuchar mientras tanto.


Siempre tuve la impresión que leo desde siempre.

Tengo pocos recuerdos de mi infancia (cosa que alguna vez deberé investigar). Sin embargo hay uno que siempre me vuelve: yo tendría alrededor de 6 años, estábamos en el auto, y me la pasaba leyendo cuanto cartel tuviera a la vista, ante el asombro de mi padrino. Cosa rara esta de que me acuerde de un momento con mi padrino porque nunca tuvimos una relación demasiado fluida. Pero el sorprendido era él, sin dudas.

Si bien tengo esta impresión de que leo desde siempre, hay un punto que suelo poner como referencia: para mi cumpleaños número 7 mi abuela me regaló cuatro libros, todos de la colección Billiken, tres de la Roja y uno de la Azul. Eran "Juvenilia", que nunca pude terminar de leer porque me aburría enormemente; las "Fábulas de Samaniego", que leí en esa época y luego abandoné; "Hombrecitos" y "Mujercitas", que me acompañaron por muchísimo tiempo.
Siempre ubico este regalo como el punto en el cual empecé a apasionarme por la lectura.
En general, los libros me los pasaba la abuela, que tenía de todo un poco. En mi casa nunca leyeron demasiado, salvo mi viejo, al que le gustan esas novelas de intriga política, típicos best sellers yankis que nunca soporté.
Así que más o menos me arreglaba con lo que iba encontrando.

Cuando tenía 8 años nos mudamos, pero en la casa vieja, la de mi otra abuela, quedó una enorme biblioteca que era de mi papá, con montones de libros que yo hasta ese momento, no había tocado. La mayoría eran de la Colección Robin Hood, los de tapas amarillas.
Con el tiempo fui sacando algunos que me interesaban, pero había que revolver mucho y estaban muy abandonados. En esa época me enganché con algunos de Salgari y otros de aventuras que leía mi viejo cuando era chico.

Hasta que, varios años después, él anunció que se iba a deshacer de los libros que quedaban allá. Yo le pedí que antes de hacerlo, me diera unos días para revisar todo y ver con qué me quería quedar.
Esa vez me llevé bastantes libros. Pero hubo dos que recuerdo particularmente.
Uno fue una edición supuestamente completa de "Las mil y una noches" que leí y releí muchas veces, absolutamente fascinada por esas historias. Aunque con el tiempo el libro desapareció y nunca más supe de él.
Y el otro... Fue el que me voló la cabeza para el resto de la temporada...

Siempre me pregunté por qué a los 12 años y sin tener idea de quién era el autor, agarré ese librito gris. Me gusta suponer que fue por la tapa, desde donde el escritor me miraba con esos ojos que cada día me enamoran más. Me gusta suponer que, de alguna manera, fue el libro el que me buscó a mí y se quedó conmigo para siempre. Aún hoy tiene, como corresponde, un lugar privilegiado en mi biblioteca.

Era un compilado. El título: “El Perseguidor y otros cuentos”.


-Bueno, de acuerdo, pero antes le voy a contar lo del métro a Bruno. El otro día me di bien cuenta de lo que pasaba. Me puse a pensar en mi vieja, después en Lan y los chicos, y claro, al momento me parecía que estaba caminando por mi barrio, y veía las caras de los muchachos, los de aquel tiempo. No era pensar, me parece que ya te he dicho muchas veces que yo no pienso nunca; estoy como parado en una esquina viendo pasar lo que pienso, pero no pienso lo que veo. ¿Té das cuenta? Jim dice que todos somos iguales, que en general (así dice) uno no piensa por su cuenta. Pongamos que sea así, la cuestión es que yo había tomado el métro en la estación de Saint-Michel y en seguida me puse a pensar en Lan y los chicos, y a ver el barrio. Apenas me senté me puse a pensar en ellos. Pero al mismo tiempo me daba cuenta de que estaba en el métro, y vi que al cabo de un minuto más o menos llegábamos a Odéon, y que la gente entraba y salía. Entonces seguí pensando en Lan y vi a mi vieja cuando volvía de hacer las compras, y empecé a verlos a todos, a estar con ellos de una manera hermosísima, como hacia mucho que no sentía. Los recuerdos son siempre un asco, pero esta vez me gustaba pensar en los chicos y verlos. Si me pongo a contarte todo lo que vi no lo vas a creer porque tendría para rato. Y eso que ahorraría detalles. Por ejemplo, para decirte una sola cosa, veía a Lan con un vestido verde que se ponía cuando iba al Club 33 donde yo tocaba con Hamp. Veía el vestido con unas cintas, un moño, una especie de adorno al costado y un cuello... No al mismo tiempo, sino que en realidad me estaba paseando alrededor del vestido de Lan y lo miraba despacio. Y después miré la cara de Lan y la de los chicos, y después me acordé de Mike que vivía en la pieza de al lado, y cómo Mike me había contado la historia de unos caballos salvajes en Colorado, y él que trabajaba en un rancho y hablaba sacando pecho como los domadores de caballos...

-Johnny -ha dicho Dédée desde su rincón.

-Fíjate que solamente te cuento un pedacito de todo lo que estaba pensando y viendo. ¿Cuánto hará que te estoy contando este pedacito?

-No sé, pongamos unos dos minutos.

-Pongamos unos dos minutos -remeda Johnny-. Dos minutos y te he contado un pedacito nada más. Si te contara todo lo que les vi hacer a los chicos, y cómo Hamp tocaba Save it, pretty mamma y yo escuchaba cada nota, entiendes, cada nota, y Hamp no es de los que se cansan, y si te contara que también le oí a mi vieja una oración larguísima, donde hablaba de repollos, me parece, pedía perdón por mi viejo y por mí y decía algo de unos repollos... Bueno, si te contara en detalle todo eso, pasarían más de dos minutos, ¿eh, Bruno?

-Si realmente escuchaste y viste todo eso, pasaría un buen cuarto de hora -le he dicho, riéndome.

-Pasaría un buen cuarto de hora, eh, Bruno. Entonces me vas a decir cómo puede ser que de repente siento que el métro se para y yo me salgo de mi vieja y Lan y todo aquello, y veo que estamos en Saint-Germain-des-Prés, que queda justo a un minuto y medio de Odéon.

Nunca me preocupo demasiado por las cosas que dice Johnny pero ahora, con su manera de mirarme, he sentido frío.

-Apenas un minuto y medio por tu tiempo, por el tiempo de ésa -ha dicho rencorosamente Johnny-. Y también por el del métro y el de mi reloj, malditos sean. Entonces, ¿cómo puede ser que yo haya estado pensando un cuarto de hora, eh, Bruno? ¿Cómo se puede pensar un cuarto de hora en un minuto y medio? Te juro que ese día no había fumado ni un pedacito ni una hojita -agrega como un chico que se excusa-. Y después me ha vuelto a suceder, ahora me empieza a suceder en todas partes. Pero -agrega astutamente- sólo en el métro me puedo dar cuenta porque viajar en el métro es como estar metido en un reloj. Las estaciones son los minutos, comprendes, es ese tiempo de ustedes, de ahora; pero yo sé que hay otro, y he estado pensando, pensando...

Se tapa la cara con las manos y tiembla. Yo quisiera haberme ido ya, y no sé cómo hacer para despedirme sin que Johnny se resienta, porque es terriblemente susceptible con sus amigos. Si sigue así le va a hacer mal, por lo menos con Dédée no va a hablar de esas cosas.

-Bruno, si yo pudiera solamente vivir como en esos momentos, o como cuando estoy tocando y también el tiempo cambia... Te das cuenta de lo que podría pasar en un minuto y medio... Entonces un hombre, no solamente yo sino ésa y tú y todos los muchachos, podrían vivir cientos de años, si encontráramos la manera podríamos vivir mil veces más de lo que estamos viviendo por culpa de los relojes, de esa manía de minutos y de pasado mañana...

9 comentarios:

Buscccadores dijo...

Recién terminé de leer este pasaje del cuento. Recuerdo que hace tiempo atrás lo había empezado a leer pero nunca llegué al final.
Y ahora me sumergí... me pasa eso con Cortázar. Como alguien alguna vez me dijo, tiene la maravillosa magia de convertir una situación puramente de la vida cotidiana en un mundo a parte.
Qué bueno Una todo el recuerdo que hacés de las primeras lecturas en nuestras vidas.
Voy a ser sincero y a confesar... de chico me gustaba muy poco la lectura o no me interesaba; me entretenía mucho imaginando millones de historias sin sacarlas de un libro o jugando a la pelota. De un poco más grande la cosa cambió. Elegí, sí, tirarme mucho más a la lectura. Y la cosa cambió. Ni mejor ni peor, simplemnete cambió, fueron otras búsquedas.
Muy buen texto Una!

Saludos!

guacha editora dijo...

julio julio y julio

María Petraccaro dijo...

Justamente, de búsquedas está hecho esto también.

Encontré a Julio buscando, y el me encontró.
Y me sigue encontrando. A cada paso me sorprende. A cada línea me enamora.

Si ahora se sumergió en él, no desaproveche el momento. Salga sólo para respirar...

Saludos.

Desdichada dijo...

pajaro que leyó voló. gracias. qué buen recuerdo.

Evan dijo...

Creo que mi primer acercamiento a la literatura fue de la mano de Mafalda, Astérix y Tintin. Ellos me enseñaron que entre un montón de páginas hay mucha más diversión y significancia que en un cartucho de Nintendo.

Leía siempre los cuentos y historietas de la Anteojito, y tuve toda la colección de libros rojos (de los cuales no leí demasiados... sí leí Juvenilia porque me lo pidieron para el ingreso al colegio, y sí quiero corroborar que la mayor parte es un embole).

Pero el libro que cambió para siempre mi vida y mi relación con la lectura es uno tan sencillo como maravilloso. A los 8 años mi mamá me regaló Ami, el niño de las estrellas y es al día de hoy el libro que más atesoro, junto con sus dos continuaciones (Ami regresa y Ami.3).

Lamentablemente hoy son muy difíciles de conseguir en nuestro país a causa de una prohibición en la importación (el autor es chileno) debido a que una secta religiosa (Los niños de dios, o algo así) lo adoptaron como texto base, para después ir a hacer las mismas idioteces de siempre en nombre de una obra que nada que ver...

Pero bueno, se lo recomiendo a todo ser humano de este hermoso planeta... y les dejo acá algo muy lindo, el pasaje con el que empieza el priemero de los libros de Ami:

"ADVERTENCIA (sólo para adultos):
No siga leyendo.
No le va a gustar.
Lo que viene es maravilloso.

María Petraccaro dijo...

Evan, creo que en algún momento una de mis tías, que es maestra, me prestó ese libro cuando era chica. Estoy casi segura que lo leí, pero no me acuerdo demasiado.
Sí se que tengo una amiga que siente lo mismo que vos por ese libro. Veré si lo tiene y lo leo.
Saludos.

Udi dijo...

hablando de aproximaciones a la literatura...
para mi eterna perdición fui un chico muy enfermizo (o mi madre lo creía, lo que a los efectos prácticos acarreaba las mismas consecuencias) y para que soportara mejor los encierros a los que me obligaban me enseñaron a leer a la inapropiada edad de 5 años. Para completar la ignominia mis progenitores estimaron conveniente proveerme de lo que mi madre consideraba los "clásicos inmortales". Así, antes de cumplir 7 años conocía de memoria los hechos y hasta los dichos de los dioses del Olimpo. Por algún motivo (habréis deducido) mi madre consideraba esencial para mi futura una buena formación en mitología griega, y un poco menos la romana...
Al cumplir 7 años, mi prima Norma, de quién estaré eternamente enamorado, me regaló "El principito". Esto sucedió unos años antes que cierta moda pasajera impusiera la edición de posters con bucólicas fotos y frases extraidas al azar de la obra del aviador francés...
De este modo, cuando las adolescentes de los años '70 suspiraban ante incomprobables afirmaciones, como "Lo esencial es invisible a los ojos", un servidor aprovechaba la situación vulnerable en que caían (dichas adolescentes) para demostrar su conocimiento del abusado texto. Y - se sabe - hay pocas cosas que las mujeres, y las adolescentes en especial, aprecien mas en un hombre que cierta predisposición al romanticismo. Pero me estoy yendo por las ramas, volviendo a mis primeras lecturas recuerdo con horror la nefasta influencia que ciertos amigos de mis padres ejercían sobre sus gustos literarios. Uno en especial, fervoroso militante comunista y admirador de cualquier basura impresa mientras su origen fuese ruso o del oriente de Europa. Así mi protobiblioteca se inundó de literatura soviética para niños, con dos importantes ulterioridades: la primera fue hacerme creer que los obreros eran ángeles inocentes ferozmente esclavizados por terratenientes y burgueses desalmados, cuya redención sobrevendría - de forma ineluctable - por su adscripción a los postulados de cierto tipo de revolución, dirigida - eso sí - por una clase particular de seres abnegados y valientes: los militantes comunistas. la segunda consecuencia de este abuso infantil al cual fui sometido fue una feroz e irreductible aversión a todo lo vinculado con el partido comunista, argentino en especial, aunque he de reconocer que los comunistas uruguayos me caen simpáticos...
Así fue, amigos, mi iniciación con esa dama tan esquiva conocida como literatura, y sin embargo, con el correr de los años me he convertido en su amante fidelísimo, aunque la casquivana me haya jugado en alguna oportunidad malas pasadas, haciéndome comer terribles garrones, como - por ejemplo - cuando dí por buena literatura a mas de un mamarracho. Sin embargo siempre vuelvo a ella...me mima, me acaricia, me reconforta y me acompaña. ¿Qué mas se puede pedir de una mujer?
Bien, Una, te agradezco que hayas traido el tema. Bravo por ello !
AH: Evan, que gusto verte por aquí.

anais dijo...

Yo también tenog la sensación de leer desde siempre... Mis recuerdos mán antiguos en referencia a los libros, se remontan a las idas al Supermercado Llaneza con mis viejos, donde me compraban unos "libritos" llenos de hermosos dibujitos. Después, llegó la Biblioteca de mi escuela primaria, en la que fui avanzando conforme al grado que cursaba, hasta quedarme sin estantes para seguir buscando... Cómo no emocionarme recordar los Billiken de tapa rojo, de tapa verde... Los Robin Hood... Cuando ya estaba en 6to., casi por error, me llevé uno de Editorial Losada... Que cuando vi en realidad de qué se trataba, me arrepentí... Esa tarde, la mamá de una amiga vio el libro, la abrió y nos invitó a que escucháramos uno de los cuentos que ese libro contenía... Y, mi cabeza se partió... Era "Las medias de los flamencos". el libro, CUENTOS DE LA SELVA, de Horacio Quiroga. Esa noche, lo leí casi completo. Y esas aventuras mesopotámicas superaron a los libros de piratoas y de aventuras europeas que había leído hasta esa momento. Tenía 11 años... Ahora, con 36, cuando tengo ganas de ller por placer, vuelvo a Quiroga y a Arlt, autor que apareció en mi vida inmediatamente después de Quiroga con EL JUGUETE RABIOSO.
En fin... Gracias por permitirme compartir estos recuerdos literarios...
Besos, abrazos y confites.

María Petraccaro dijo...

Udi: cuanta maldad hacia sus padres, que seguramente hacían todo por su bien...
En cuanto a los libros comunistas para infantes, creo que deben ser mejores que aquellos que una tía de mi madre insistía en regalarme: unos de Vigil sobre la religión para niños (graciadió no recuerdo ni los títulos).
De todas formas, es como ud. dice, la literatura está siempre al lado nuestro, para cobijarnos, protegernos, hacernos reír, llorar, en fin, para hacernos sentir.

Anais: también descubrí a Quiroga de chica, gracias a una maestra primaria que no tuvo mejor idea que darnos a leer "El almohadón de plumas"... Pánico a las almohadas por un tiempo, hasta que me decidí a leer el libro completo (una edición que tenía los de amor, locura y muerte y los de la selva juntos), que me facinó.
A Arlt lo enganché de grande. Y hoy es también uno de mis preferidos. Amo las Aguafuertes y Los siete locos...

Besos (¿confites?)